Arantzak, familia tradizioari jarraiki, anaiaren bizipenak kontatzen dizkigu liburu honetan, harek kontatua bezala, haren hitzak hark bizi bezala idatziak ager daitezen historiaren koadernoan. Izan ere, anaia euskal iheslari politikoa da Mexicon. Badakigu handik dabilela, baina ez dakigu beste ezer. Zelan jakin. Errealitate ezezaguna da euskal iheslari politikoen egunerokoa, jazarpen politikoa sahiestu beharraz izkutatua. Hain urruti eta honen gertu dugun errealitate hori ezagutarazteko asmoarekin idatzita dago beraz liburua. Eta gainerakoak, izenburuak dioen bezala, Euskal Herrian jarraituko du.
HITZAURREA
Soy Arantza Eziolaza, y en primer lugar quiero decir que, aunque mi nombre vaya en el libro como autora del mismo, solo soy la persona que ha tomado notas mientras escuchaba en silencio los relatos de boca de mi hermano José Luis, o he recopilado y ordenado borradores y cartas que ha ido mandándome. Creo que esto es consecuencia de que creciéramos conviviendo estrechamente con nuestro abuelo Juaniko, quien nos relataba mil historias, que siempre tenían alguna enseñanza. Así que cogimos el hábito de escuchar y de contar historias, como ésta, que pretende acercar a quien lo lea una verdad que durante muchos años hemos tenido que guardar y sufrir en silencio. Esta historia que se sirve de mi mano para ser, no es otra cosa que un recopilatorio de palabras y de historias de mi hermano, relatos que a veces parecen irreales o de mundos imaginarios; son, en cualquier caso, retazos que él ha ido relatando en las limitadas ocasiones en que hemos tenido la suerte de estar juntos, de compartir miradas, sonrisas, risas y hasta algunas lágrimas (debo decir, en honor a la verdad, que alguna cerveza también cayó); fruto de este coctel de momentos y sentimientos, nace este relato.
Existe otra historia, la de los familiares, ese otro lado que aquí no se cuenta, que muy pocas personas se la conocen y que la mayoría ignoran. Es la historia del miedo, de la incertidumbre, de la falta de noticias durante, a veces, años. La historia de quienes tienen que vivir observando si nos siguen, si nos controlan la hora de una repentina cita, porque priman el miedo y la responsabilidad, y donde en el otro platillo de la balanza tenemos que poner nuestras ganas de un abrazo, de una charla, aunque sea cortita.
Cada vez que los familiares de las personas encarceladas cuentan las vicisitudes de las visitas, lo cansado y accidentado del largo viaje, para pasar apenas unos pocos minutos con sus familiares encarcelados, (nosotros también hemos pasado por ese trance) los otros familiares, los de los exiliados, guardamos silencio, por responsabilidad, por seguridad, y en cierto modo sentimos envidia de ese encuentro entre cristales, de ese ratito de charla donde escucharle hablar mientras sus ojos y los nuestros se miran. Pero enseguida nos damos cuenta de que preferimos no verle encerrado; damos gracias porque no ha tenido que pasar por esas horas de violentas torturas que relataron muchos amigos que hoy están encarcelados y que a él y a otros muchos les hizo salir corriendo horrorizados, seguramente a sabiendas de que jamás habría un rincón en el que cobijarse, para vivir seguros.
La falta de noticias ¡es buena noticia! Con los años, con todo nuestro amor intacto, hemos aprendido a imaginarlo libre, sano y con la esperanza de que, al menos a ratitos, sea feliz. Aunque la añoranza y la incertidumbre nos acompañen en cada momento y, a ratos… ¡a ratos el miedo!
Los tiempos cambian; hoy las cárceles del sur se están vaciando, y vemos con esperanza que los presos políticos, están siendo acercados a Euskal Herria, que se están modificando los grados de clasificación y que incluso unos pocos han sido puestos en libertad condicional. Sabemos que habremos de seguir peleando hasta que vuelvan a casa, pero esto trae un rayito de esperanza a sus familiares y amigos. Y de nuevo, nosotros, los que nos vemos obligados siempre al silencio, volvemos a sentirnos en desventaja porque ¿cómo haremos para que nuestros familiares regresen a casa? ¿De qué manera pelearemos por ese derecho? Ahora mismo nos parece demasiado difícil, hay tantos años pesando en la mochila, tanta incertidumbre… Aunque a pesar de los interrogantes, tenemos muy claro que el camino sigue siendo el mismo: trabajo y más trabajo, ¡seguir peleando! No dejar de reivindicar jamás nuestros derechos conculcados, y todo ello manteniendo la esperanza intacta en ese rincón del corazón donde todos los que están lejos habitan.
Porque los sueños que soñamos con amor, con convicción y sin pausa, acaban haciéndose realidad.
Arantza Eziolaza Galan